Plantaciones de naranjos en las calles del Salto.1926-1927.

PLANTACIONES DE NARANJOS EN LAS CALLES DEL SALTO. 1926-1927. 

Un Pedro Solari, joven, de veintidós años, nos revela su apego al Salto, a su paisaje y a su gente. Imagina un arbolado de naranjos en las calles, para disfrute de los vecinos. 

Esta pertenencia marcó un perfil paisajista que replicará al año siguiente, en los “pueblos” vecinos de Constitución y Belén.

Su vocación naranjera se remonta al árbol plantado por su abuela genovesa Catalina Lamberti, en el patio de la inmensa santarrita.

Ya se sabe de su vida marcada por la citricultura. Inventaba con imaginación   que les pommes d´or” del Jardín de las Hespérides, no eran manzanas de oro, como relata el mito, sino naranjas salteñas, redondas y doradas. “Un don secreto del Salto”, decía.

 

Citricultura paisajista.

En ese entonces 1926 propuso y ofreció, plantas de naranjos a las autoridades municipales para ser plantados, en las calles sin árboles del Salto.

Pensaba  que, de  esa  manera,        el   perfume de  azahares ,el color  de  las naranjas     y  las copas  siempre verdes, olorosas  en  tisanas, marcarían un ritmo  inspirado     en   las quintas que envolvían la ciudad.

Racconto necesario.

Pedro Solari tenía diecinueve años  cuando falleció  su padre, Benito,  en 1923.

Estudiaba Ingeniería Civil en Montevideo y por esta desoladora   circunstancia debió abandonar la carrera que tanto  amaba.  

Era reconocida   su lucidez y afinidad con las matemáticas y la vocación de estudiar la Teoría de esta ciencia.

Había leído los libros de   Max Planck, de Albert    Einstein en francés, Théorie de la Relativité, todavía sin traducciones    al español.  Pronunciaba con fervor y explicaciones apasionadas las palabras infinito, tiempo, espacio. La Teoría de la Relatividad era el epítome, recién inaugurado para estudiantes de avanzada.

Quizás su gusto por la música, su apego el ritmo de la poesía, que   recitaba de memoria, estaban relacionados   on el espíritu  de   las matemáticas.

                                       

 

 

Regreso al Salto 1923.

Sus estudios ya eran cosas del pasado. Debía regresar al Salto.

El sentido del deber lo llamaba: acompañar a la familia: Su madre Isidra y   su hermana Sara.

Asumir la responsabilidad de  los trabajos   de su padre, el cuidado de sus cosas. Atender el legado recibido, más allá del material, dar de sí a la comunidad, en lo que tuviera a su alcance.

Su comienzo dedicado al trabajo.

El trabajo compartido con otros, fue la pasión de su vida.

En ese acontecer, ofrece al Concejo de Admistracion, árboles de naranjos, quinientos, para las calles del Salto           

Calle Larrañaga, 500 naranjos.

Una carta recibida del H. Concejo de Administración Departamental, presidida por don Argente Preve de julio 26  de 1926, agradece: “al darle cuenta  de su donación acceder así al  gentil obsequio ubicarlas en calle Larrañaga.”

                                                 

 

 

“Pueblo Belén” octubre 1927, 400 naranjos.

El Concejo Auxiliar de Belén, presidido por Semblat también adhiere al plan: “solicitarle 400 árboles de naranjos para para ser colocados en una avenida de este Pueblo”

                                  

 

 

“Pueblo Constitución” 1927, 200 naranjos. El Concejo Auxiliar, “reconoce sus ideas progresistas y la buena voluntad para los adelantos del Departamento...  para ser plantados en las calles de este Pueblo, 200 árboles de naranjos ya crecidos”

                                 

 

 

La “calle Larrañaga” y “sus” naranjos, presagiaban el destino.

En una fotografía   antigua, de 1932, aparece una “Voiture”, un automóvil Ford   descapotable,   rodeado   de naranjos   callejeros, estacionada  al   frente  de  la casa de don Alipio Farinha, padre de Elsa. Su novia, su futura esposa.

En la   imagen, resplandece la pareja joven, sentados en el Ford, se   miran y sonríen. Era el comienzo de otro Pedro, encaminado a crecer y formar una familia.

Había regresado de su viaje de estudios en EEUU.  Empezaba el de la vida.

La fotografía   es una   invitación amable a compartir sentimientos que nos incluye a todos.

Los naranjos presintieron   las vueltas de la vida y querían pertenecer a   la calle de la dicha, del encuentro, del querer.

El Jardín de las Hespérides estaba allí,   la calle Larrañaga era el destino, la fruta dorada, que contiene el amar, la sabiduría y la felicidad de compartir.

                                         

 

 

Los naranjos pertenecen al recuerdo.

Los naranjos perduraron, lograron llegar   a otras generaciones.

En los testimonios de las cartas contamos más de mil árboles, es posible que hayan sido más. La calle 8 de octubre cabe en el tiempo y el ritmo naranjero.

 

Hace   tiempo que   han desaparecido   de las calles del Salto los naranjos. Han sido  sustituidos  por otros  árboles , casi todos,  de otras latitudes muy lejanas  que   nos separan de los huertos  y los  perfumes  de  la tierra. Más urbanos, replican    otras ciudades más   serias, menos   campesinas.

Los naranjos pertenecen al recuerdo, al misterio    de una ciudad que quería ser una quinta de frutales.

Una quinta más, entre los huertos.